REALIDAD: Practicado en forma segura (http://
REALIDAD: La solidez de una pareja y su vida sexual no se suscribe a mantener sus relaciones íntimas únicamente por las noches y en la cama matrimonial. Existen otros momentos y otros espacios de la casa donde poder desarrollar una vida sexual activa, sin que eso se vea impedido por el hecho de dormir con los hijos. Muchas parejas ven incluso una oportunidad de “reavivar la chispa” a partir de la variedad de lugares en los que buscan pasar sus momentos a solas desde que se han convertido en padres, lo cual no sucedía cuando eran una pareja sin hijos.
REALIDAD: Dormir solo es una novedad para la historia de la especie humana. Antiguamente las viviendas eran espacios reducidos en los que los miembros de las familias dormían todos juntos. Y si bien hoy el promedio de cantidad de hijos por familia ha decrecido, hace no tantas décadas las familias tenían con total normalidad 5, 6, 7 hijos, y las casas tampoco disponían de tantas habitaciones, por lo que desde luego los padres dormían con algunos de los hijos, y los otros hijos dormían juntos entre sí. Sin tantas vueltas. De hecho, ningún mamífero duerme en soledad. La compañía de la manada los protege de los depredadores, les da seguridad y la posibilidad de lograr un descanso más sostenido. En los humanos sucede lo mismo. El sentirse acompañado, seguro y contenido por las noches permite un correcto desarrollo psíquico y emocional de los niños, quienes maduran a su tiempo esa necesidad de protección. Estos beneficios se ven posteriormente reflejados en la constitución de personalidades más seguras y con una autoestima más alta en la edad adulta. Un estudio (http://
REALIDAD: El espacio del bebé y niño pequeño, tanto de noche como de día, es junto a sus cuidadores, ¿dónde más? Si los adultos nos sentimos mejor durmiendo acompañados de nuestras parejas, ¿de dónde sale la idea de que los niños deben dormir en un espacio separado? Esto es netamente un rasgo cultural, especialmente arraigado en Norte América, Europa y Oceanía. En otras sociedades el colecho es lo natural. Y no sólo nos referimos a sociedades tribales donde podría a priori pensarse que el colecho es lo habitual por las características de sus viviendas y estilos de vida. En países industrializados como Japón, Hong Kong, Suecia y China, entre otros, dormir con los niños es lo que prevalece sin cuestionamientos
REALIDAD: Sostener esta idea es negar la evolución natural propia del niño. ¿Quién podría imaginar en nuestra sociedad a un adolescente queriendo dormir con los padres? Incluso mucho antes de llegar a la adolescencia, la mayoría de los niños eligen dormir por su cuenta en algún momento. Algunos antes, otros después, adoptan un espacio de la casa (su habitación) como propio y quieren hacer uso de él. Se estima que entre los 3 y los 5 años, la mayoría de los niños que han colechado desde siempre con sus padres, eligen por propia voluntad dormir en su propia habitación. E incluso así, siguen necesitando la presencia de sus padres por varios años más para que los acompañen hasta lograr conciliar el sueño. Eso no quita que pidan regresar a la cama familiar en determinadas situaciones como enfermedad, miedos o cambios en sus rutinas que aumentan el estrés cotidiano como el inicio de la escolarización, la llegada de un hermanito, una mudanza, etc. Son etapas que, en tanto reciben el reaseguro que necesitan en esos momentos, son superadas y eso les permiten recobrar la confianza y el deseo de volver a dormir en su habitación, porque además cuentan con la tranquilidad de saber que tienen las puertas abiertas de la habitación de sus padres para cuando lo necesiten.
REALIDAD: Esta idea tiene diferentes asociaciones. Desde quienes consideran que como seres sexuales que somos, el dormir con los padres puede producir un exceso de excitación en los niños que dificultaría al autorregulación de sus impulsos, alentados por fantasías sexuales dirigidas a los propios padres, hasta el hecho de que los padres mantengan relaciones sexuales en la misma cama donde colechan con su bebé.
La psicopedagoga Fabiola Aguado sostiene que "(el sexo) se puede vivir con naturalidad incluso si el niño está presente, pero hay que cuidar la intensidad del encuentro para que nunca lo pueda interpretar como un maltrato, una agresión o que se asuste". Asimismo explica que si el colecho se prolonga más allá de los 6 ó 7 años del niño, “no es conveniente (mantener relaciones sexuales mientras duerme cerca de los padres) porque en el niño se puede generar una excesiva tensión sexual”. Entendemos que aquí también se juegan las variables personales, ya que muchas parejas no se sienten cómodas manteniendo relaciones íntimas con sus hijos durmiendo en la misma habitación por más que estos estén durmiendo profundamente, mientras que otros procuran hacerlo con total cuidado de no despertar al niño, pero sin que su presencia les resulte una barrera. Fuera de estas preferencias individuales, el hecho de mantener relaciones sexuales “a bajo volumen” mientras el bebé o niño pequeño duerme cerca no reviste problemas relacionados con un despertar sexual precoz.
REALIDAD: Hay quienes sostienen esta idea cuando se trata de un niño que duerme sólo con su madre, o sólo con su padre y no son más que prejuicios infundados. La homosexualidad no tiene ninguna relación con colechar con uno de los padres, ni con los dos. La identificación de un niño con el progenitor del mismo sexo o del sexo opuesto no está conectado con el hecho de compartir la cama, sino con el vínculo que se desarrolla entre el niño y sus padres en todos los aspectos de la crianza. Desafortunadamente existen profesionales que difunden estas ideas que no tienen ningún asidero. El colecho promueve un vínculo estrecho del niño con sus padres, brindando seguridad, apego, confianza y protección, y no existe ninguna información que relacione esta práctica con las preferencias sexuales del niño en edad más avanzada.
Fuente: Duermte Hannibal
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