miércoles, 12 de junio de 2013

El Suicidio, el Capitalismo y la Ideología

   
Maciek Wisniewski
La ideología tirada por la puerta del boom neoliberal, regresa por la ventana de la crisis. Después de la caída del socialismo real se nos decía que ya vivíamos libres de las ilusiones ideológicas, cuando en realidad estábamos sumergidos en otra ideología que cubría el brutal avance del capital. El nombre de esta ideología: el fin de la historia.
 
2) Slavoj Zizek, tratando de levantar el telón de la ideología, desafió su interpretación marxista (falsa conciencia), viéndola como algo inconsciente grabado en la misma realidad: No sabemos lo que hacemos, pero lo hacemos. Hoy, analizando los acontecimientos alrededor de la crisis (OWS, Primavera árabe, los indignados), subraya que el objetivo de la ideología era neutralizar la dimensión de estos hechos, sintomáticos para las nuevas tendencias en el capitalismo: el paso de la ganancia a la renta, la conformación de una burguesía asalariada y el papel más central del desempleo donde ser explotado parece un privilegio (The year of dreaming dangerously, 2012).

3) La ideología en acción: las políticas anti-crisis según los mismos dogmas responsables por su estallido y que al resultar contraproducentes –no traen crecimiento, ni empleos– siguen siendo implementadas (para Zizek esto es incluso un cinismo postideológico: sabemos lo que hacemos y lo seguimos haciendo). Hay otras cegueras: algunos critican las falsas premisas de austeridad, pero ignoran su verdadero objetivo: bajar los costos de trabajo y restablecer la tasa de la ganancia mediante la destrucción del capital muerto y vivo (la renta es importante, pero la ganancia, fundamental).

4) Privilegiando los mercados financieros la ideología encubre los efectos letales de mala economía. Según The Lancet, los recortes y el desempleo (en la eurozona ya de 12.5 por ciento, entre los jóvenes de 24.4; en España de 27 y 57 por ciento, respectivamente) son directamente responsables por el aumento de enfermedades (en Grecia la mortalidad infantil aumentó 40 por ciento), depresión y suicidios.

5) Emile Durkheim en su clásico de 1897 (Suicide. A study in sociology, 1979), distingue cuatro tipos de suicidio: a) egoísta b) altruista c) fatalista y d) anómico, frecuente en épocas de crisis: desaparecen los viejos reguladores y no aparecen los nuevos; la disparidad entre necesidades y medios para satisfacerlos provoca la desesperación. Para él, el suicidio no es algo individual, sino profundamente social y debe ser abordado desde la sociedad (su integración y regulación moral).

6) Aunque en España las redes familiares y otros reguladores suavizaron el impacto de la crisis, la tasa de suicidios subió. Los desahucios por deudas hipotecarias (casi medio millón desde 2008) ya llevaron a 15 personas a quitarse la vida. En Grecia los suicidios aumentaron 23 por ciento y en Italia 15 por ciento. En Bulgaria un jubilado se cortó las venas por la cuenta de luz que sobrepasaba su pensión; durante los disturbios provocados por la austeridad y precarias condiciones de vida seis personas se prendieron fuego.

7) Mientras las inmolaciones en el socialismo real han sido consideradas como una extrema crítica social –Ryszard Siwiec (Varsovia, 1968) o Jan Palach (Praga, 1969)–, los suicidios en el capitalismo no encuentran el mismo eco. Según la visión dominante el capitalismo es neutral (para Zizek esto es ideología at its purest), lo que permite negar que los suicidios tengan algo que ver con el ataque a los salarios, derechos o pensiones (en el capitalismo somos tan libres que hasta nos podemos suicidar). Tratando los suicidios como excesos y no síntomas de algo más profundo, los neoliberales de hoy se comportan como los comunistas de ayer.
8) Lech Walesa, un personaje mediante quien parece hablar la ideología del capitalismo tardío, después de 1989 decía que los sindicatos servían para abolir el comunismo, pero ya no sirven en el capitalismo; parafraseándolo se puede decir que los suicidios servían como una crítica del comunismo, pero ya no sirven como crítica del capitalismo.
9) Carlos Marx, en un texto temprano (1846) e insólito (Sobre el suicidio, 2012), analizando cuatro casos de suicidios (tres mujeres víctimas del sexismo y un hombre desempleado) se centra en la crítica de la opresión de género. Pero introduciendo el concepto de la alienación, subraya que el suicidio afecta a todas las clases, intensificándose entre los más desposeídos. Incluso antes de Durkheim lo ve como una cuestión social. Hoy, a la luz de la ideología, el suicidio deja de ser un problema social, para ser un acto individual.
10) Así se entiende por qué el suicidio de un campesino venezolano (2010) que se oponía a la reforma agraria (y al totalitarismo chavista), fue más sonado que la inimaginable ola de suicidios de campesinos en India: desde 1995 más de 270 mil, unos 17 mil muertos al año; mientras el primero luchaba por la libertad individual y la propiedad privada, los segundos, víctimas de la crisis en el campo y la deuda, no sabían adaptarse. Lo mismo con los obreros chinos de Foxconn (iPhone, et al.) que se suicidaban por las extremas condiciones de trabajo: deberían estar agradecidos que tenían chance de ser explotados.
11) Si tiene razón Emir Sader al subrayar que los desahucios son un límite moral del sistema (El País, 28/2/13), quizás con los suicidios nos acercaríamos a sus límites estructurales. Recordemos que la de Marx no era una crítica moral del capitalismo (por explotación, etcétera), sino estructural: para él, es un sistema ineficiente y desperdiciador, algo oculto por la ideología, pero visible en la crisis: i) para poder relanzarse el capitalismo tiene que ir destruyendo mercancías, empleos y vidas humanas; ii) en España, después de la burbuja inmobiliaria, hay más de 3 millones de viviendas vacías, mientras la gente se suicida acorralada por los bancos.
 
Fuente: LaJornada

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