lunes, 18 de marzo de 2013

PETRÓLEO: EL GRAN MITO DEL RÉGIMEN.






Sin discusión alguna, el acontecimiento que marcó al gobierno cardenista fue la expropiación petrolera. Para entender ese tema histórico, como cualquier otro, hay que ir al pasado y cuestionar; eso que no se le enseña al mexicano en la educación pública, y que tiene que aprender por su cuenta.


En México se comenzó a extraer petróleo desde el Porfiriato, pero a falta de capital nacional se había dejado esa actividad en manos de empresas extranjeras, principalmente norteamericanas, holandesas e inglesas. No fue porque Díaz vendiera el país al extranjero, fue una necesidad económica de esos tiempos, parte de una dinámica capitalista liberal traída a México por Juárez.

Después de Porfirio, y en medio de la guerra, las empresas siguieron extrayendo petróleo prácticamente sin regulación alguna. Y aunque la Constitución de 1917 estableció que la nación era dueña de la riqueza del subsuelo, lo que incluía al petróleo; ni Carranza ni Obregón ni Calles cambiaron la relación con las empresas extranjeras.  Es decir, se seguía sacando petróleo mexicano sin beneficio para México.

El 16 de agosto de 1935, al amparo del gobierno cardenista, se formó el Sindicato de Trabajadores Petroleros, que comenzó a exigir a las compañías ciertos derechos para los trabajadores, garantizados en un contrato colectivo; hasta ahí todo en orden, y además en estricta justicia. Como las compañías se negaron a firmar ese contrato, el Sindicato convocó a una huelga, legal también. Pasó el tiempo sin soluciones y los trabajadores exigieron el pago de los salarios caídos, a lo que los patrones se negaron.


El asunto fue llevado a juicio, y se estableció que las compañías tenían una deuda de 26 millones de pesos con sus trabajadores.  Las empresas se negaron a acatar la resolución y se declararon en rebeldía, lo que desde luego, ningún gobierno puede o debe tolerar…, pero según nuestra historia oficial, después de extensas e infructuosas negociaciones que concluyeron a principios de marzo de 1938, Cárdenas tomó la decisión de expropiar las empresas petroleras el 18 de marzo de ese año. Es decir, se pretende que una decisión tan importante como la expropiación petrolera, la tomó alguien tan inteligente como Cárdenas, en unos días, al vapor, sobre las rodillas, como reacción a un conflicto. Esto no tiene sentido.

Podemos ver otro punto de vista; Cárdenas crea al Sindicato de Petroleros, que depende de él y de su gobierno, él es su jefe máximo. Este recién creado sindicato comienza a hacer exigencias que sabe que las compañías no aceptaran, el sindicato hace crecer el conflicto a grado tal que el presidente proclama el decreto de expropiación.

Sí, pero una decisión de ese calibre tenía que estar tomada con mucho tiempo de antelación, pensada, repensada y repasada, analizada y revisada. Y entonces cuando todo estaba listo, el sindicato petrolero, dependiente de Cárdenas, estalla la bombita, el conflicto se hace enorme…, y con eso como pretexto, el presidente anuncia algo que, evidentemente, estaba pensado desde antes.

La reacción de los países con compañías en México fue inmediata: Inglaterra rompió relaciones, y Holanda y Estados Unidos declararon un embargo comercial a nuestro país. El gobierno siguió adelante y se convirtió en propietario de todas las empresas petroleras, y las juntó en una sola que se llamó en un principio PETROMEX y finalmente PEMEX.

La creación de PEMEX convirtió al Estado en  dueño del petróleo y de los medios para extraerlo, con toda la riqueza que eso significaba; por otro lado, el gobierno quedó endeudado con los empresarios expropiados, y en malas relaciones con los países afectados.

Aun así, esa expropiación era un derecho que México tenía, y ya que los tiempos cambian; así como en tiempos de Porfirio fue necesario el capital extranjero para extraer petróleo; Cárdenas decidió que en sus tiempos ya no era necesario…, y con el paso de poco tiempo demostró que tenía razón. Al principio los petroleros mexicanos tuvieron problemas tecnológicos, pero en poco tiempo manejaban la extracción igual que un holandés.

El problema es que partir de ese momento el petróleo se convirtió en la principal fuente de financiamiento del Estado mexicano, lo cual benefició al gobierno pero nunca al pueblo; pero peor aún, se convirtió en la principal bandera ideológica de los políticos…, y como el mexicano vive en el pasado, venera a los héroes de mármol de hace décadas o siglos, y como en México parce no pasar el tiempo; se parte de la base de que, si Cárdenas lo hizo de una forma, nadie, nunca jamás bajo ninguna circunstancia, lo puede cambiar, so pena de ser considerado un nuevo Santa Anna y traidor a la Patria.

Pero, ¿qué hay detrás de la expropiación?  Pretender que un pleito sindical fue motivo de una decisión tan importante es una visión simplista. La decisión estaba tomada, y el gobierno, dueño de los sindicatos, creó el pretexto. Tan es así, que el decreto expropiatorio fue enviado para su aprobación al presidente Roosevelt (de Estados Unidos) antes de hacerlo público.

Y de hecho, el trato recibido por los expropiados fue muy distinto;  a las empresas norteamericanas se les pagó pronto, y a razón de dos dólares de indemnización por cada dólar de activos. Es decir, ¡el doble!, mientras que a las empresas inglesas y holandesas se les pagó de forma diferida y sólo la mitad. Ese favoritismo tiene que tener explicación…, y la tiene.

En la biblioteca del Congreso de Estados Unidos existen copias de los cheques del préstamo que el gobierno de Estados Unidos hizo al gobierno de Cárdenas. Es decir que la expropiación fue un golpe publicitario y un engaño el pueblo. Sí, se expropió a las empresas norteamericanas, pero se les pagó con dinero prestado por el gobierno de Estados Unidos, después de que ellos dieron visto bueno al proyecto.

Así como se ve; la expropiación se hizo con dinero norteamericano. ¿Qué pasó entonces con la imagen que tanto se evoca de nuestros abuelitos, donando desde sus gallinas hasta sus joyas para pagar la expropiación? Fue otro golpe publicitario para que el pueblo se sintiera integrado y unido en la recuperación de su petróleo. Ahora, esos donativos se hicieron, ¿qué fue entonces de ese dinero? Habrá que preguntar a la familia Cárdenas, a quienes nunca se ha visto sacando de dinero de algún sitio que no sea el erario público.

Pero lo que es un hecho es que desde entonces el petróleo es “de todos los mexicanos”, aunque su verdadero dueño es, ni siquiera el gobierno, sino el sindicato petrolero; las cláusulas ocultas por las que Estados Unidos aceptó el decreto y hasta prestó el dinero son difíciles de saber, pero veamos los hechos: México pasó de competidor petrolero a cliente, se eliminó la petroquímica y se pasó a depender técnica y económicamente de Estados Unidos, que fue el país que más ganó con la expropiación de “nuestro” petróleo; ya que los propios empresarios indemnizados volvieron a su país a poner empresas petroquímicas con el dinero otorgado por México y se dedicaron a refinar nuestro petróleo y vendernos productos derivados.

La expropiación fue, ante todo, un símbolo. Hoy, dueños del petróleo, tenemos gasolina cara y el pueblo no tiene beneficios del hidrocarburo. Para colmo, somos, como pueblo mexicano, supuestos dueños de la única empresa petrolera del mundo que está quebrada.

Y como la expropiación, y el supuesto de que nuestra soberanía reside en el petróleo, son mitos intocables; hoy tenemos petróleo que no podemos sacar a falta de tecnología…, y nuestras leyes nos impiden asociarnos para extraerlo; cuando hasta la Cuba comunista tiene inversión extranjera para sacar petróleo del Golfo de México, justo de donde nosotros no lo sacamos.

Seguramente la expropiación era un imperativo en tiempos de Cárdenas, pero dentro de nuestra adicción al pasado, somos incapaces de ver que las soluciones de hace un siglo no tienen que ser necesariamente las soluciones de hoy, y que fundamentar la soberanía en un hidrocarburo, que está en nuestro suelo por un capricho de la naturaleza, que no es renovable, y que se agotará en pocos años, es por decir poco; una necedad.

 Más información en el libro:  El Mito de la Revolución: Una Matanza por el Poder

Juan Miguel Zunzunegui
 

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