sábado, 22 de junio de 2013

Educación en la Esclavitud




No hay mayor tiranía que la desigualdad de oportunidades. La vida humana y social es una eterna competencia, fue esa competencia entre especies, y contra el ambiente, la que nos hizo pasar de ser un simio en los árboles, al primate consciente que domina el planeta; y es la competencia entre nosotros la que nos ha hecho un animal creativo, aventurero, emprendedor, y evidentemente capaz de superar cualquier obstáculo.

La competencia es positiva, pero sólo es justa si en esa carrera todos comenzamos a correr desde la misma línea de salida. Todos los seres humanos somos distintos, y por eso es que la igualdad por decreto es injusta; se hace justicia, eso sí, cuando se hace posible competir con las mismas ventajas. La principal herramienta para generar igualdad de oportunidades es la educación, que lamentablemente en México se usa para generar más desigualdad.

Cada día del maestro, los vividores de la educación en México aprovechan para hacer marchas y plantones; si no hay causa se inventan una. Exigen derechos, piden prestaciones, demandan justicia social, claman por la herencia de sus plazas, vociferan por sus privilegios…, y rara vez hablan de educación, que es muchos casos lo que menos les importa. Tristemente el sindicato de maestros fue una corporación más del gobierno de la revolución, y no fue creado para mejorar la educación sino para arrastrar votos…, y mientras tanto México se pierde en el pasado.



Festejar al maestro debería de ser festejar la educación, algo que en nuestro país está lejos de ser causa de festejo. ¿Pero cómo educar sin educación?, en Inglaterra el 40 por ciento de los profesores universitarios tienen doctorados, en Brasil la cifra es de 30, en Argentina y Chile de 12, en México es de 3 por ciento, y los maestros quieren que la evaluación de su desempeño no esté relacionada con su permanencia en el trabajo, ¿y entonces para qué evaluar?

La educación es dinámica en su esencia, se transforma, debe ir a la vanguardia de los acontecimientos e incluso por delante de ellos; no siglos atrás como en nuestro país; no estática e institucionalizada, libre y no sindicalizada. La educación es un tema de seguridad nacional que no puede ser rehén de un grupo de presión política; pues el único contacto de nuestros niños con el futuro es precisamente la educación, que aquí nos sigue hundiendo en discursos ideológicos del pasado, con lo que sólo promueve la desigualdad y hace más grande la brecha social.

En México el magisterio está controlado por un sindicato todopoderoso de 1.7 millones de afiliados. Un gremio de educadores que en vez de impulsar a México hacia el futuro lo amarran al pasado, y que bloquea cualquier intento de modernizar el sistema educativo si eso va en contra de sus intereses sindicales. Por medieval que parezca, muchos maestros pueden comprar sus puestos vitalicios o heredarlos de sus padres, aún sin tener la menor capacitación para estar al frente de un aula…, y ese es uno de los “derechos” que defienden.

En Japón el año escolar tiene 243 días, 220 en Corea del Sur, 216 en Israel y 200 en Holanda, justo como en México; pero de esos 200 días obligatorios habría que descontar las huelgas, las reuniones docentes de fin de mes y el hecho de que un maestro jamás podrá ser despedido, incluso si no va a sus clases. A eso sumemos las 4 horas diarias de educación en escuelas que fungen como guarderías y donde la premisa es pasar a los alumnos; eso contra las 10 horas que estudian los niños de China o Singapur. Millones de niños chinos están estudiando 12, 13 y hasta 14 horas por día.

Evidentemente el sindicato de maestros nunca ha dado a conocer su estado financiero, aunque algo se sabrá ahora con la maestra en prisión; aun así hay académicos, políticos y periodistas que han investigado el tema y hablan de cifras cercanas a los 4,700 millones de DÓLARES al año; dinero que , evidentemente, no está invertido en educación.  En esa cantidad se incluyen los apoyos económicos del gobierno federal y los gobiernos estatales, y los propios negocios del sindicato, que maneja hoteles y centros de convenciones en todo el país. Ese millonario presupuesto sirve también para pagar a un ejército de hasta 10,000 funcionarios sindicales que figuran en nómina como maestros, pero que jamás pisan un aula, y son en realidad su músculo político de movilización; el verdadero interés de ese sindicato, no la educación sino la política, lo que se evidencia en el hecho de tener partido político propio.

México tiene los recursos, el talento, el trabajo, la posición estratégica…, TODO para despegar, y sin embargo seguimos en tierra. Si tenemos todo en apariencia, lo que falla son las ideas, y esas vienen de la educación; una en la que seguimos enseñando a los niños mexicanos a venerar la pobreza, a culpar al gachupín y al gringo, a que la riqueza de la nación depende de los recursos naturales, a que “sin máiz no hay páis”, que la tierra es de quien la trabaja, que fuimos y somos conquistados, que todo extranjero es sospechoso, o que la soberanía depende del petróleo. Discursos ideológicos a los que muy poco les importa la realidad.

La Universidad de HARVARD lo dice así: “Hay fuertes evidencias de que el crecimiento económico de México no está limitado por el acceso al crédito, ni por la inestabilidad macroeconómica, ni por la inestabilidad política, ni por impuestos demasiado altos o variables, ni por rigideces en el mercado laboral, ni por la falta de coordinación en el descubrimiento de nuevas actividades productivas… La mayor limitación al crecimiento es la baja calidad de su oferta educativa.” [1]

Se suele decir que las comparaciones son odiosas, y lo son más cuando salimos perdiendo; pero en el mundo de hoy es vital compararse con el mundo, y con el desarrollado, no con los países más atrasados que nos permitan vanagloriarnos en nuestra nube de patriotismo. Asia, en general, es quien se está quedando con el futuro, ahí donde estudian 10 horas en lugar de 4, y donde todos aprenden inglés porque es el idioma de la globalización, sin que algún político oportunista diga que es una imposición del imperialismo. Pero mientras los asiáticos están guiados por el pragmatismo y obsesionados con el futuro, los mexicanos estamos guiados por la ideología y obsesionados con el pasado.

Sigamos con las comparaciones; en países como Alemania, Finlandia Dinamarca, Suecia o Noruega, los maestros necesitan tener una maestría y alguna carreras en educación para poder enseñar en primaria, y una licenciatura para ser maestros de jardín de niños. En Singapur la educación es una obsesión, a grado tal que, mientras nuestros billetes nos muestran a Nezahuacóyotl, Morelos, o el horrible rostro de Diego Rivera; en su billete de dos dólares, el de más circulación, en vez de mostrar un símbolo del pasado como Benito Juárez; aparece un símbolo del futuro: un grupo de estudiantes, con libros sobre la mesa, escuchando las palabras de su profesor, que evidentemente tiene doctorado; se ve también una universidad, y debajo de la imagen aparece la palabra EDUCACIÓN.

Singapur se independizó en 1962 tras siglos de dominio portugués, neerlandés y británico; era uno de los países más pobres del mundo, a grado tal que suplicaban ser incorporados en otro país; fueron de forma efímera parte de Malasia, que finalmente expulsó de la federación a la pequeña ciudad-estado. Hablamos de un país que no tiene NINGÚN recurso natural, ni petróleo en el cual basar su soberanía, ni agua potable; pero Singapur tiene un ingreso per cápita de 52,000 dólares por año, el noveno más alto del mundo, por encima de Estados Unidos, que ocupa el décimo lugar…, México ocupa el puesto número 82.

La apuesta vital de Singapur fue la educación, y por ese país sin recursos naturales es más rico que los que tienen gas y petróleo, y dependen de su suerte geográfica. Desarrollaron el único recurso 100% renovable: la mente de sus habitantes. Una de las medidas más importantes fue la adopción del inglés como idioma oficial del país, junto a sus lenguas nativas como el mandarín, tamil y malayo. Hoy, así en inglés, Singapur es el puerto comercial más importante del mundo.

En México hablamos español, somos el mayor país hispanohablante, una lengua hablada en más de veinte países y por unos 500 millones de seres humanos; tenemos la fortuna de hablar una de las cuatro lenguas universales. Otra lengua universal es la de nuestro vecino del norte; el inglés, que es además la lengua universal, guste o no, nos caigan bien los gringos o no. En México deberíamos hablarlo todos, porque es la lengua de nuestro principal socio comercial, porque son los turistas que más vienen a México, porque es nuestro vecino y porque impusieron su idioma en el mundo.

Si nuestro español ya nos permite comunicarnos con 500 millones de personas; el inglés ampliaría nuestra comunicación con 450 millones de angloparlantes, más unos 500 millones de personas que lo hablan como segunda lengua…, pero en lugar de eso me he encontrado con maestros que hablan de educar y evaluar en zapoteca, náhuatl, maya u otomí; con lo que no sólo le negaríamos a esos niños la puerta del inglés, sino ahora también la del español…, porque por más progresista que parezca esa idea, a cualquiera educado en otomí ya se le negó para siempre la universidad, y de la experiencia internacional ni hablar. Esos niños están condenados a la desigualdad incluso antes de nacer, y lo peor es que están siendo condenados por los maestros.

En México podemos seguir viviendo en la década de los cuarenta del siglo XX o aceptar que estamos en el XXI, y eso sólo puede lograrse con una educación moderna e internacional, sin nacionalismo excluyente, sin miedos estúpidos al extranjero, sacando el mayor provecho de la globalización en vez de navegar contra corriente. Mientras los maestros no se asuman como educadores en vez de como activistas políticos, serán ellos los que sigan condenado a la desigualdad a las futuras generaciones; les pondrán las cadenas aquellos que deberían liberarlos.

Juan Miguel Zunzunegui

Fuente: La Caverna

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