lunes, 1 de julio de 2013

El Hábito Si Hace al Monje

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¿Qué es un general desnudo?, preguntaba Facundo Cabral, para explicar que en realidad no es nada. El hábito no sólo si hace al monje, de hecho es lo único que lo hace monje, ya que es lo único que hace que los demás lo vean como tal, y como diría Hegel, nada es uno sin otra consciencia que lo reconozca. ¿Qué es un cura sin alzacuellos, un doctor sin bata y estetoscopio, un bombero sin uniforme, un policía sin placa, un astronauta sin traje espacial, un rey sin corona…? Seres humanos tan comunes como cualquiera, sin todos los simbolismos que los hacen ser lo que son.

No hay nada natural en la vida humana; todo lo que nos rodea y nos conforma; como ideas, religiones, valores, conceptos estéticos, ética y moral, tradiciones… todo es una construcción cultural, un esquema humano para ordenar un mundo caótico. Una serie de simbolismos. 

Finalmente, lo único que distingue al primate consciente que somos, de los otros animales; es que somos los únicos con capacidad simbólica; esto es: dotar de significado a todo aquello que nos rodea. 

No hay otra forma de comprender y razonar el mundo que no sea el simbolismo. Todo pensamiento humano es pensable tan solo porque existen palabras para referirse a ellos, y ya que todas las palabras son una invención humana, todas las ideas y conceptos lo son también, y ya que el origen mismo de nuestro pensamiento está en el simbolismo, es la única forma que tenemos  de pensar y entender un mundo caótico.


Todo el universo humano es simbólico, y dotamos de significado a la vestimenta; luego entonces somos lo que vestimos y el hábito si hace al monje. En el año 2005 comenzó su pontificado Benedicto XVI, a quien le tocaba la pesada carga del carisma de su antecesor, tan mediático y tan querido por el mundo. En su presentación al mundo, Joseph Ratzinger no intentó competir vanamente contra eso, sino que se presentó ataviado con toda la pomposa vestimenta medieval que distingue a un papa, y rodeado de toda la parafernalia simbólica. El mensaje era claro: no soy el individuo Ratzinger al que puedes querer o no, que te puede ser simpático o no, SOY EL PAPA, y estoy rodeado de todos los simbolismos que lo comprueban, para que no quede duda. 

“Tengo serias razones para creer que el planeta de donde venía el principito es el asteroide B 612. Ese asteroide no fue visto más que una vez con telescopio, en 1909, por un astrónomo turco. Había hecho una gran demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía, pero nadie le había creído a causa de su vestimenta. Los adultos son así.
“Afortunadamente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, vestirse a la europea. El astrónomo repitió su demostración en 1920, con un traje muy elegante. Y esta vez todo el mundo estuvo de acuerdo con él”.

Lo anterior lo escribió Antoine de Saint-Exupéry en su célebre Principito, la anécdota es real, el astrónomo se llama Mehmet Ben Behnet, y el dictador turco al que se refiere es Mustafa Kemal “Ataturk”. Lo que le ocurrió al desafortunado astrónomo es similar a cuando en nuestra juventud (como hombres) cambiábamos las típicas fachas por un traje, y nuestros padres, y nuestros mayores en general, nos soltaban el clásico: hasta que te vistes de gente decente. Está claro que la decencia reside en un símbolo fálico que se cuelga uno del pescuezo, y no en las acciones decentes. 

Mustafá Kemal fue el creador de la moderna y laica República de Turquía, que sustituyó al imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial. Aquel padre de los turcos emprendió una serie de reformas que pretendían acercar a su Turquía con Europa y la cultura occidental; impuso al calendario gregoriano, el alfabeto latino, la política laica, la democracia parlamentaria, y abolió el califato y los tribunales islámicos. Todas estas reformas tardarían mucho en hacer efecto y transformar de verdad a su sociedad, así es que también impuso leyes del vestir: se prohibió el Fez y el turbante, se desincentivó el uso del velo, y se impuso la moda del sombrero europeo. El primer paso para ser occidental, era parecerlo.

Cuando Japón, aprendiendo en cabeza ajena de todas las humillaciones que recibía China de las potencias occidentales, decidió modernizarse a la europea, en la llamada restauración Meiji de 1867, implementó una serie de reformas en su estructura económica, política y social; reformas profundas para transformar al imperio del sol naciente en una potencia moderna. Reformas profundas que tomarían décadas en notarse, pero lo primero que se hizo fue cambiar la vestimenta. Modos occidentales para ser respetados en occidente, o visto de otra forma: vestir con los símbolos que la cultura occidental relacionaba con la dignidad y el respeto. 

Un estudio de cognición corporal realizado en 2012 por el profesor Adam Galinsky de la Escuela Kellogg de Administración, en la Universidad Northwestern de Chicago; demostró que efectivamente el hábito hace al monje, al descubrir que la ropa que usamos cambia la actitud de los demás hacia nosotros, e incluso modifica nuestros propios comportamientos, ya que, según el estudio: “la ropa afecta el cómo somos percibidos por los demás, así como la forma en que uno se percibe”.

En el estudio, se le dio a los participantes batas blancas para que las usaran, a unos se les dijo que eran de pintores, y a otros, que de doctores. El cambio en los comportamientos fue notorio, los que vestían “como doctores” incluyeron en su comportamiento ciertas actitudes que acompañan al estereotipo de ser médico; y se mostraban más serios, más confiados, más científicos y más concentrados. Es decir que asumían su nuevo rol; este experimento podría fácilmente hacerse en fiestas de disfraces y observar cómo al atuendo cambia las pautas de comportamiento. 

No hay que olvidar que toda la vida social es una construcción cultural, donde más que individuos, interactúan los roles. Vestir de una forma proyecta un rol, y es con ese rol, y no con la persona, con quien se relacionan los demás, en una especie de enganche psicológico que la da ventaja a los asaltantes que optan por salir a la calle trajeados, disfrazados en este caso, de gente decente. Cuando un harapiento pide caridad le damos cualquier moneda, pero cuando un trajeado nos pide de favor para al autobús porque perdió o le robaron su cartera, sentimos que la cantidad que tenemos que regalar debe ser un poco más alta.

Un cura vestido en pants tiene la misma facultad de dar la absolución de los pecados o una bendición, o incluso consagrar la hostia, pero muy pocos feligreses se sentirían cómodos recibiendo un sacramento de alguien que tiene su sotana. La vida es simbólica, la ropa son símbolos, el hábito SI hace al monje.

Juan Miguel Zunzunegui

Fuente: La Caverna

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